Por: Guillermo Frontela Carreras
ARTÍCULO Nº. 95
Introducción
En el momento de producirse la invasión francesa de España, el Alcázar de Segovia acogía a su Real Colegio de Artillería desde su fundación en 1764. En tan solo cuarenta y cuatro años se había convertido en uno de los centros docentes más modernos de Europa, cuyo prestigio era incuestionable. Lo había conseguido gracias al alto nivel de sus planes de estudios, al empleo de un selecto profesorado, entre los que se encontraba el eminente químico don Luis Proust, y a una espléndida disponibilidad de medios para la enseñanza, en los que destacaba su importante biblioteca, con fondos de todas las ramas del saber científico-técnico de su época. El Centro culmina su prestigio con la inauguración en 1792 de un Laboratorio de Química y la implantación de una cátedra de esta ciencia, destinada a instruir en Química y Metalurgia a los oficiales artilleros, fomentar la industria tintorera en las factorías de paños de la ciudad y formar fundidores para las fábricas del Cuerpo de Artillería. Se trataba de una enseñanza pionera en España a cuyas clases, que eran públicas, podían asistir cuantas personas estuvieran interesadas para ilustrarse o ejercitarse más convenientemente en la Medicina, la Cirugía, la Farmacia, la Metalurgia o cualquier otro Arte.
En este tiempo sus profesores compaginan las labores docentes con las intelectuales y las investigadoras. Sacan a la luz los primeros textos para la enseñanza artillera, como los Cursos matemáticos para la enseñanza de los caballeros cadetes del capitán Giannini y el Tratado de Artillería y el Arte de fabricar pólvora del capitán Morla; publican diversos trabajos científicos, como el Discurso Físico Anatómico sobre las Plantas del capitán García de la Huerta, el Discurso sobre la industria del capitán Alcalá Galiano y los Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia del químico Proust; así mismo los capitanes Munárriz y Alcalá Galiano realizan traducciones de importantes obras extranjeras. Todo esto hizo del Colegio de Artillería un centro docente exclusivo y preeminente en la España de la segunda mitad del siglo XVIII.
Desgraciadamente la invasión francesa vino a interrumpir tan útil y brillante trayectoria, aunque no sería por mucho tiempo. El colegio artillero decide marcharse de Segovia en busca de otra ciudad segura donde pudiera seguir su labor docente y tiene que prescindir de muchos profesores, por haberse incorporado a los ejércitos de operaciones, y de importantes medios de enseñanza, como su Laboratorio de Química y su magnífica Biblioteca. La sucesiva presión francesa le obliga a realizar cinco desplazamientos y, en consecuencia, a establecerse en cuatro ciudades de distintos puntos de la geografía hispana, peninsular e insular, hasta su restablecimiento en Segovia, después de un penoso éxodo de seis años de duración.
En la primera etapa, (Segovia-Sevilla), el viaje tiene lugar entre el 1 de diciembre de 1808 y el 14 de marzo de 1809 y el Real Colegio se establece en Sevilla entre esta fecha y el 29 de diciembre de 1809. En ella destaca la figura de su profesor teniente coronel don Mariano Gil de Bernabé e Ibáñez, no solo por el impulso que da a la instalación del Colegio en la capital andaluza sino también por ser el cerebro de un plan para dotar de 8.000 oficiales a los ejércitos españoles y, dentro de él, por ser el creador y director de la Academia Militar de Sevilla, considerada la primera academia militar de tipo general.
En la segunda etapa, (Sevilla–Cádiz), el viaje se desarrolla entre finales de diciembre de 1809 y abril de 1810 y la actividad del Real Colegio, primero en la Isla de León, desde abril hasta agosto de 1810, y a continuación en un cuartel de Artillería de Cádiz, hasta el 5 de octubre de este año. En ella sigue destacando la labor de don Mariano Gil de Bernabé, ya con el empleo de coronel; a él se debe la incorporación a su expedición, durante la retirada de su Academia hacia Cádiz por la llegada de los franceses, de 25 oficiales de Artillería bajo su mando y más de 100 que encontró en el camino y algunos cadetes y subtenientes recién promovidos del disuelto Colegio de Artillería.
El coronel en la Isla de León enseguida restablece su Academia Militar para formar de urgencia a oficiales de Infantería y Caballería. En ella da continuidad a las clases del Real Colegio de Artillería, como profesor más antiguo, acogiendo a profesores y cadetes de Sevilla, y organiza un segundo curso para preparar alumnos para su ingreso en los Cuerpos de Artillería e Ingenieros.
En la tercera etapa, (Cádiz-Mahón), el viaje transcurre entre el 11 de octubre de 1810 y el 29 de enero de 1811 y el Real Colegio abre sus puertas entre esta fecha y primeros de noviembre de 1812. Es de reseñar los desvelos del director general del Cuerpo, don Marín García Loygorri, y los esfuerzos para la reorganización del Colegio en Cádiz, previo a su traslado a Menorca, dada la difícil situación de las Arcas Reales y la dispersión de los cadetes por toda la geografía nacional, libre y ocupada.
En la cuarta etapa, (Mahón-Palma de Mallorca), el viaje se hace en varias fases, entre el 12 de junio de 1811 y el 5 de noviembre de 1812 y el Real Colegio queda establecido entre el 25 de este mes y el 25 de julio de 1814, que se cierra. Es una época de esplendor para el Centro, a pesar de las dificultades económicas y de vida, en la que proporcionaría destacados oficiales de armas y de ciencia, algunos de los cuales desempeñarían relevantes cometidos en la Sociedad.
En la quinta etapa, (Palma de Mallorca-Segovia), el Real Colegio realiza el viaje de regreso en dos expediciones que embarcan los días 5 y 13 de octubre de 1814, quedando restablecido en su casa solariega del Alcázar de Segovia el 1 de diciembre de este año. El Centro comienza sin demora, y a pesar de mala situación económica, a poner en marcha las acciones pertinentes para alcanzar el prestigio que tenía antes de la Guerra de la Independencia como centro docente modélico.
1ª ETAPA: SEGOVIA – SEVILLA
ANTECEDENTES
El día 1 de enero de 1808 el jovencito Dionisio Gil de Bernabé Ramos, ilusionado con la profesión de su padre, el teniente coronel don Mariano Gil de Bernabé Ibáñez, profesor del Real Colegio de Artillería, sienta plaza en él como caballero cadete a la edad de trece años.
El acontecimiento colma de dicha a la familia del teniente coronel, mas pronto se torna en desasosiego por la incertidumbre de lo que está sucediendo en política: la conspiración del príncipe de Asturias contra su padre, el “Proceso de El Escorial”, el Motín de Aranjuez y la presencia de tropas francesas en España. El desasosiego no tarda en transformarse en fundado temor, pues nuevos vientos de guerra, procedentes de allende los Pirineos, empiezan a soplar por toda España a causa de la penetración masiva de tropas galas y la entrada del mariscal Murat con sus fuerzas en Madrid. El temor se confirma con las noticias que llegan a Segovia de que los franceses habían ocupado la capital y los madrileños, iracundos, habían comenzado las revueltas. En su represión del 2 de mayo, a sangre y fuego, destacó la heroica defensa del Parque de Monteleón, dirigida por los capitanes don Luís Daoíz y don Pedro Velarde, ex- alumnos del Real Colegio de Artillería, que darían su vida por la Patria.
Profesores y alumnos del Colegio segoviano, enardecidos por tan tremenda conmoción, muestran su firme disposición de combatir al enemigo emulando el ejemplo de los dos heroicos capitanes. El teniente coronel Gil de Bernabé, teniendo presente que de todos los bienes que le pueden arrebatar a uno el más valioso es la libertad, da un paso más y elabora un plan para vengar a sus compañeros. Prepara municiones para armar al pueblo y escribe a algunos compañeros de provincias y de Madrid, ofreciéndose a volar en su socorro al primer aviso. Esta decisión, tan arbitraria para algunos dirigentes, causa un profundo malestar al Jefe Principal del Cuerpo de Artillería, que le escribe inmediatamente, amenazándole para que desista de sus planes, y a otros compañeros suyos de Segovia intimidándoles para que no sigan sus ideas. Gil de Bernabé no se contiene con la amonestación; al contrario, previendo lo inevitable, se arma de valor y, lleno de espíritu patriótico, redacta y difunde una vibrante Proclama que levanta en armas a toda la provincia, movilizando a más de 60.000 mozos en menos de un mes.2
Primera ocupación francesa de Segovia
Profética reacción la del teniente coronel Gil de Bernabé con el levantamiento que lleva a cabo en la provincia, pues el 5 de junio es inminente la llegada a Segovia de una división francesa. Ese día la Junta de Armamento y Defensa de la ciudad, recientemente creada, dispone que los jefes y oficiales del Real Colegio se incorporen al Ejército Nacional y los cadetes permanezcan en el Centro bajo la dirección del ayudante segundo de la Compañía de Cadetes, capitán don Joaquín Velarde, hermano del héroe del 2 de mayo y de su misma promoción, que ese día se encontraba de guardia.
Puesta la ciudad en alerta de defensa, algunos cadetes capitanean partidas de paisanos, otros consiguen escapar para incorporarse a unidades del ejército y unos 40 se hacen fuertes en el Alcázar, entre ellos don Dionisio Gil de Bernabé.
Al día siguiente un contingente de tropas galas al mando del general Frere llega a Segovia y entra en el Alcázar. Los cadetes emplazan las piezas de instrucción para defenderlo, pero tienen que desistir ante falta de sirvientes y de munición. Su inferioridad numérica les obliga a capitular ante el mando francés, que no les infringe daño, ni a las instalaciones, autorizándoles a continuar con los estudios y permitiendo la salida con todos los honores a los que lo desean.
Velarde convoca una Junta Económica con los oficiales que quedan en el Alcázar y fuerza la caja de caudales para disponer del dinero y poder atender a la urgente subsistencia de los alumnos presentes en ese momento. El 25 de junio solicita el traslado del Colegio a otra ciudad, dado el lamentable estado en que se encontraba, sin oficiales, faltando cadetes y los presentes “expuestos a la
impresión de especies seductivas en una población cuyo populacho puede aplaudir sus extravíos” 3
A los franceses les falta tiempo para enterarse de quién es el cabecilla revolucionario, proscriben su persona e imponen pena de la vida a quién le ampare. El teniente coronel Gil de Bernabé, antes de poner en riesgo la vida de su familia parte sin demora para tomar las armas. Se incorpora al Ejército de Castilla la Vieja, donde el capitán general de la provincia, don Gregorio García de la Cuesta, le felicita por su actuación en Segovia, le nombra su secretario y ayudante de campo y le encomienda varios servicios relevantes y arriesgados, como su intervención del 14 de julio en la batalla de Medina de Rioseco, que terminaría con una sangrienta derrota.
Segunda ocupación francesa de Segovia
El 21 de julio de 1808 llega al Alcázar otra columna gala compuesta por 350 hombres con “una pieza de Artillería de a 4 de batalla y cuatro de a 2 montadas en cureñas de marina”. El teniente coronel jefe, acompañado de un oficial de artillería, entra en el despacho de Velarde, le pide alojamiento y, ante las protestas del oficial español, le muestra las órdenes que le autorizaban a ello, diciéndole que si no accede lo hará por la fuerza. Los cadetes y su director, impotentes de rabia, haciendo de tripas corazón, permiten una ocupación pacífica de las instalaciones y Velarde, cuando ve que han emplazado su artillería en la Galería de Moros, da parte de que los franceses intentan hacer del Alcázar un punto fuerte.4
El Colegio tiene que desocupar las piezas bajas que dan al primer patio, destinadas a las aulas de estudios y dos de las salas nuevas con dormitorios y se ve obligado a suspender las clases. Se prevé que estas medidas van a durar poco, pues al día siguiente tiene lugar la capitulación francesa con motivo de la victoria española en la Batalla de Bailén del 19 de julio, terminando con el mito de invencibilidad del poderoso ejército napoleónico. El parte que Reding dio al comandante en Jefe del Ejército de Andalucía tres días después circuló por todo el País como un “Aviso al público”, expresando que la acción había resultado una victoria aplastante de los españoles. “Nuestras baterías, decía el general, después de referirse a la infantería, aterró a los enemigos, (…) que desbarataban cuantas columnas se presentaban”.5
Entretanto, en el frente, el capitán general García de la Cuesta deja el mando del Ejército de Castilla, tomándolo su segundo, el general Eguía y después el general Pignateli, con quienes Gil de Bernabé continúa desempeñando los mismos cometidos y ahora, también con el encargo de la Secretaría de Campaña. Extinguido el Ejército de Castilla, Gil de Bernabé pasa destinado al Ejército del Centro, al mando del general Castaños.
La gran sensibilidad y el altruismo que caracteriza al teniente coronel se pone de manifiesto cuando se entera de la angustiosa situación de los defensores de Zaragoza, haciendo el siguiente ofrecimiento al general Palafox en carta del 30 de agosto: “Consciente de las penalidades que está sufriendo el pueblo de Zaragoza como consecuencia de esta guerra, he ofrecido la tercera parte de mis rentas en Báguena para la subsistencia de las viudas y huérfanos de mis valientes paisanos, defensores de la ciudad”.6
Los franceses abandonan Segovia y el Real Colegio abre sus puertas
Los franceses abandonan Segovia el 1 de octubre de 1808 y el Colegio de Artillería, consciente de la importancia de la formación de los oficiales que se incorporan a los ejércitos de operaciones, recientemente demostrada con su intervención en Bailén, abre de nuevo sus puertas. Su plantilla de mandos y profesores comienza a completarse con la solicitud hecha por el Comandante de Artillería de la Plaza, don Tomás de Morla, a la Junta Central el 3 de noviembre para la incorporación a sus labores docentes de su coronel director accidental, don Francisco Dátoli, del teniente coronel don Mariano Gil de Bernabé y del capitán don Antonio Miralles, destinados en el Ejército del Centro.
Poco dura la normalidad, porque que el 23 de noviembre llega Napoleón a España con numerosos refuerzos y, ante la aproximación de nuevas tropas francesas a Segovia, se ordena la defensa del Alcázar, proponiendo Morla el traslado del Colegio a dependencias del Seminario de Nobles de Madrid. Esto no le parece apropiado al Gobierno, porque el pueblo puede sobresaltarse, siendo denegado por el ministro de la Guerra con su disposición para que permanezca en el Alcázar.7 Pero las cosas habían cambiado, profesores y alumnos deciden que no habrá más rendiciones ni banderas francesas en sus dependencias escogiendo, como toda España, el lema: “Antes morir que rendir” y la orden es revocada.
A mediados de noviembre el general Castaños, conocedor de los planes de Gil de Bernabé en Segovia, y sin haber recibido todavía la orden de su incorporación al Real Colegio, le ordena regresar para armar a tan inmensa provincia. Ante un asunto de tanta importancia el teniente coronel resuelve realizar sin demora una comisión en la que ya había trabajado con tanto celo; mas cuando se dispone a realizar su cometido, recibe orden para volver al frente. Esto le priva del placer de armar a una numerosa población de Castilla o, al menos, de no haber dejado a merced de los franceses 60.000 mozos, anteriormente alistados, que hubieran contribuido a la liberación de la Patria; así como de acompañar a su esposa en el alumbramiento de su cuarto hijo.
El teniente coronel parte de nuevo para el frente para reunirse con el general San Juan en su marcha hacia Valladolid. No lo encuentra y regresa a Segovia, porque en Somosierra una retaguardia móvil del general Castaños, después del ataque en Tudela, le comunica la orden de su incorporación al Colegio de Artillería. Cuando llega, después de ver a su esposa, que ya había dado a luz a su retoño Vicente, se incorpora al Alcázar, animado por el reencuentro con su hijo cadete y con la esperanza de poder seguir formando a más oficiales para combatir al invasor. Poco le dura esta esperanza, porque el día 30, otra columna francesa se aproxima a Segovia a marcha forzada. Como teniente coronel más antiguo, el coronel Dátoli le encomienda la evacuación del Colegio y la organización del viaje para salir de la ciudad a la mayor brevedad posible.
EL VIAJE
En la noche del último día de noviembre, llena de sobresaltos, nadie puede conciliar el sueño en el Alcázar; el director y los oficiales meditando el plan de marcha y repasando las listas y mapas para la hazaña de llevar el Colegio hasta Madrid, a pie y en invierno; los cadetes, unos niños, preocupados por la forma que van a hacer el viaje, cargados con los libros y atravesando la Sierra. La orden para ellos es salir solamente con lo puesto y en la mochila los libros de texto necesarios, a pesar de los avatares, porque su carrera “del saber y del honor” les exige continuar con los estudios.
El Colegio se va al completo, con sus profesores, cadetes y dependientes, al mando del coronel Dátoli, ya que su director, el brigadier don Baltasar Ferrer, había cesado el 26 de septiembre. Para el traslado solamente dispone de cuatro mulas para el menaje de cocina y algunas provisiones, pues los pocos carros y medios de transporte de la guarnición, preparados para llevar lo principal, tuvieron que dejarse en la ciudad para municionar a los combatientes de Navacerrada y Guadarrama.
Entrada la noche, cuando alguien llama a la puerta del Alcázar, el Colegio se pone en alerta y el centinela avisa que una dama pregunta por el teniente coronel Gil de Bernabé. Era su esposa, doña Petra Ramos Baca de Villamizar; había ido para decirle que le acompañaría, expresándole, más o menos, que lo había decidido porque ni sus hijos ni ella querían caer en manos del enemigo, porque preferían estar muertos antes que afrancesados, porque no querían ser hechos prisioneros cuando se enteraran de que eran la familia del cabecilla revolucionario, para obligarle a volver a Segovia, y porque eran parte del Colegio y con él emprenderían el viaje.
En la madrugada del 1 de diciembre de 1808 se forma el Colegio en disposición de marcha. Debió hacerse de forma parecida a la siguiente: En cabeza, su director accidental, el primer profesor coronel don Francisco Dátoli, y el profesor teniente coronel don Mariano Gil de Bernabé. A continuación, una sección con 48 caballeros cadetes y 7 cadetes supernumerarios en dos hileras, entre ellos Dionisio, al mando del subteniente don Carlos Miralles; después, otra sección con 17 abnegados dependientes (capellán, picador, domador, maestro de baile, tambor, pífano, ayudas de cámara, mozos de aseo, segundo enfermero, cocinero, ayudante de cocina y sastres) al mando del capitán don Joseph Bergara. Seguidamente las cuatro mulas cargadas, conducidas por los dependientes a turno. Flanqueando la columna, los capitanes don Antonio Miralles y don Josef de Cordova. Detrás, en un carro tirado por una mula, doña Petra Ramos, la única mujer de todos los componentes del Colegio que sigue a su marido con toda la familia, sus dos amas y seis hijos, el mayor de 12 años y el benjamín Vicente de unos días. Cerrando la expedición, el capitán don Julián Solana.
Enseguida la columna se pone en marcha hacia Madrid. Ni que decir tiene, que los 7 oficiales van a pie, como el resto de la expedición, aunque llevan su propio caballo, que probablemente montarían solamente para la realización de servicios especiales, como control de la formación, descubiertas de seguridad y destacamentos para buscar y preparar los lugares de descanso y de pernocta.
Los cadetes, a pesar del madrugón y del frío parten entusiasmados, como si fueran de excursión, sin imaginar la aventura que les esperaba, aunque tristes, porque faltaban tres días para Santa Bárbara y no tendrían culto ni celebraciones. Sus profesores, conscientes de la situación de España, con la preocupación e incertidumbre reflejada en sus rostros, dicen adiós a Segovia, rezando por la suerte que les pudiera deparar el destino. Al llegar a San Rafael, después de recorrer unas siete leguas, ya iban casi todos descalzos. Probablemente pernoctaron en la Casa de Postas de este lugar estratégico, situado en la calzada real que une Madrid con el Palacio de la Granja de San Ildefonso.
Al despuntar el alba del día siguiente la expedición inicia la segunda jornada. En Guadarrama, hace un alto, donde las noticias de que el enemigo está a las puertas de Madrid le hacen cambiar de dirección hacia Talavera de la Reina. El día 4 cuando llegan a El Escorial les confirman que las tropas imperiales habían asediado la Corte y se ven obligados a cambiar nuevamente de rumbo, ahora hacia Salamanca.
De madrugada reanudan la marcha. Siguen el camino conocido como La Ruta Imperial, por donde pasaba el rey Felipe II en sus desplazamientos entre el Monasterio de El Escorial y Madrid. Por la tarde, llegan a Robledo de Chavela, donde afortunadamente la Divina Providencia les socorre, pues los lugareños, viendo el lamentable estado de la expedición, les entregan viandas. Continúan camino y en San Martín de Valdeiglesias, después de tantas penalidades sufridas, algunos cadetes no tuvieron paciencia y empezaron a comerse crudas las gallinas que les habían ofrecido.
Al día siguiente atraviesan las sierras abulenses, dejando atrás El Tiemblo y Muñana, en la provincia de Ávila, y Macotera, ya en tierras salmantinas. Llegan a Salamanca tras doce jornadas de penoso caminar, descansando lo imprescindible, solamente para alimentarse con escasos ranchos y durmiendo donde podían, la mayoría de las veces en pajares y los cadetes tapándose con mantas viejas, porque no pudieron llevar las suyas.
Intento de instalación del Colegio en Salamanca
El 12 de diciembre la expedición se aloja en el Colegio Mayor de Santiago el Zebedeo, un magnífico edificio, levantado en el siglo XVI a expensas del arzobispo de Toledo. Era el lugar idóneo para establecerse; llevaba cerrado varios años, contaba con suficiente espacio y probablemente con algún mobiliario y útiles de enseñanza, por lo que podrían empezar las clases pronto. Profesores y alumnos, sacando fuerzas de flaqueza, empiezan los preparativos, pero el día 22, cuando estaban a punto de comenzar las clases, de nuevo tienen que emprender la marcha precipitadamente por la llegada de los franceses, dejando atrás toda la impedimenta. Por orden del Marqués de la Romana se dirigen a La Coruña, considerado el sitio ideal para establecerse bajo la protección del Ejército Nacional.
Al atardecer llegan al pueblo salmantino de Aldeaseca de la Frontera, donde solo quedaban mujeres, ancianos y niños, porque los varones se habían alistado para empuñar las armas contra el invasor. Pasan la Nochebuena en este hospitalario pueblo, donde profesores, alumnos y dependientes asisten a la Misa de Gallo con sus habitantes. El sacerdote, en la homilía habla de los dones de la Divina Providencia para conceder mercedes y por unas horas los artilleros y el pueblo se olvidan de los horrores de la guerra.
El Colegio reanuda la marcha el día 26 con la bendición del párroco y el adiós entre lágrimas de los lugareños, y se dispone a atravesar la provincia de Zamora. Después de pasar por El Cubo y Villar de Ciervos, deja atrás el funesto año bisiesto de 1808. Llegan a Puebla de Sanabria el 4 de enero de 1809, soportando nuevamente grandes incomodidades y las inclemencias de un duro invierno, con intensas ventiscas, lluvias torrenciales y copiosas nevadas. Cuando le comunican que el día el 25 de diciembre tuvo lugar el combate de Tarancón y el 26 el de Benavente y que Napoleón marchaba con su ejército desde Madrid hacia el norte de Castilla, se dirige hacia Orense.
La expedición entra en la capital gallega el 12 de enero de 1809, después de otras ocho penosas jornadas por caminos nevados, en tan mal estado que sus habitantes les dan ropas y calzado a los cadetes. El día 13 al tener noticia de que los franceses habían tomado La Coruña, cambia nuevamente de rumbo y emprende la marcha para Sevilla, dejando en el hospital a los cadetes Josef Coto y Mariano Sánchez a causa de las enfermedades contraídas en el viaje.
El Colegio atraviesa Portugal
El Colegio atraviesa Portugal hacia Lisboa, encontrando cierto alivio a su paso por Laza, Villavieja, Braganza, Mirandela, Villarreal y Baltar, por el buen trato recibido y porque volvieron a darles ropas a los cadetes, llegando a Oporto el 29 de enero. El 1 de febrero el coronel Dátoli envía un comunicado al director general del Cuerpo, general Maturana, interesándose por la habilitación del Convento de San Laureano de Sevilla para establecimiento del Colegio, que lo cursa inmediatamente al ministro de la Guerra.8
Después de cuatro días de merecido descanso, parte hacia Lisboa, donde llega el 18, después de pasar por Paramos, Abeyro, Bendemova, Coimbra, Rabazal, Zeras, Tomar y La Barguiña. Este día, el coronel envía otro comunicado al general Maturana, del que éste da cuenta al ministro de la Guerra, para que prevenga el alojamiento para los cadetes, profesores y dependientes expedicionarios en Sevilla. Es muy interesante porque informa de las vicisitudes ocurridas desde su salida de Segovia y adjunta la relación nominal de ellos.9
En Lisboa el embajador de España encomienda al teniente coronel Gil de Bernabé la delicada misión de conducir hasta la cárcel de Sevilla a don Luís Gutiérrez, ex-trinitario descalzo y redactor de la Gaceta de Bayona, y a su compañero don Juan Enrique de Goicoechea, acusados como reos de lesa-nación, para ponerlos a disposición de Su Majestad. Era un encargo personal del general Eguía al teniente coronel, como persona de su confianza y bajo la mayor responsabilidad de las vidas de los reos. Gil de Bernabé viaja por su cuenta, con dos alcaldes y una escolta, verificando este extraordinario servicio con el celo que le caracterizaba, originándole grandes gastos y sin auxilio del Real Erario. Una vez en Sevilla, donde los reos fueron ajusticiados por sus graves delitos contra España, tuvo conocimiento de que los dos carceleros bajo sus órdenes fueron gratificados superabundantemente. Como él mismo expresaría en su solicitud de ascenso a coronel en propiedad, no hizo reclamación alguna porque prefería vivir en la miseria y sin lecho donde reposar antes que molestar y pedir algo a nuestra asfixiada Nación.10
La expedición parte para Sevilla
El día 1 de marzo la expedición embarca en un mercante en el Puerto de Lisboa. Después de cinco interminables días de navegación arriba al puerto de Huelva, pasa por La Palma del Condado el 11, atraviesa el arrabal de Triana y después su puente de barcas, la única construcción sobre el río, de gran importancia estratégica para la red de comunicaciones de Sevilla, adonde llega el 14.
Lo más probable es que a su llegada a la Puerta Real, les estuviera esperando el teniente coronel Gil de Bernabé con una comisión de oficiales aposentadores, ya que una vez entregados los reos en la prisión, se presentaría al general Maturana, que le nombraría aposentador del Colegio.
El mismo día Maturana informa al ministro de la Guerra: “Acaban de llegar los Profesores, Caballeros Cadetes y demás Dependientes del Colegio de Artillería de Segovia, y viniendo los segundos sumamente derrotados por no haber sacado de dicha ciudad más ropa que la puesta no me ha parecido oportuno se presenten a V. E. hasta tanto que estén aseados.11
Al fin terminó la primera etapa del éxodo del Real Colegio, después de tres meses y medio de extenuantes y heroicas jornadas, soportando innumerables fatigas, a pesar de la corta edad de los cadetes. Solamente quedaron en Orense Josef Coto y Mariano Sánchez, que morirían a causa de sus enfermedades. Los expedicionarios, sobreponiéndose a los contratiempos de la guerra y a las inclemencias climatológicas, hicieron el viaje en condiciones perentorias, a veces infrahumanas, aprovechando las poblaciones en que recalaban para alimentarse y descansar y el Colegio para seguir con su actividad mientras lo permitía el implacable enemigo, que frecuentemente iba pisándoles los talones.
INSTALACIÓN DEL COLEGIO EN SEVILLA
El Real Colegio encuentra en Sevilla toda clase de facilidades para su instalación, pues en esta ciudad se halla el Gobierno de la Nación y la Dirección General de Artillería. A pesar de la crisis producida por la guerra en todas las instituciones, se esfuerza para dar continuidad a sus actividades docentes, algunos profesores siguen trabajando en la actualización de textos, pese a carecer de los medios que tenía en Segovia, y para contar con una plantilla mínima de docentes reclama a algunos prestigiosos ex-profesores que se encontraban sirviendo en el Ejército de Andalucía.
En este sentido, a los dos días de su llegada a Sevilla celebra una Junta Gubernativa en el despacho del subinspector interino del Departamento, brigadier don Juan de Arriada, bajo su presidencia y la asistencia de todos los oficiales llegados de Segovia, para tratar sobre la reorganización del Centro, siendo nombrado secretario el capitán 2º don Josef María Cordova. La Junta, teniendo en cuenta que en las actuales circunstancias se necesitaban oficiales en los ejércitos y al no poder completar el número que le correspondía por ordenanza, siendo indispensable destinar a la Compañía de Caballeros Cadetes el menor número posible, propuso solamente a dos nuevos profesores. Para ayudante mayor de la Compañía, al capitán 1º graduado de teniente coronel don Luís Gastón, que anteriormente lo había desempeñado y se encontraba en el Ejército de la Carolina, en sustitución del capitán 2º don Julián Solana, por no permitírselo su quebrantada salud; y para profesor interino de Dibujo y Fortificación al teniente graduado de capitán don Manuel Varela, destinado en la secretaría de la Subinspección. El director general del Cuerpo cursa la solicitud al ministro de la Guerra y también le informa que el coronel don Joaquín de Porras, subdirector de la Real Fundición, fue nombrado capitán de dicha Compañía en noviembre de 1808, pero, como los papeles del Cuerpo se quedaron en Madrid, no sabe si el nombramiento fue aceptado o no.12
El Colegio de Artillería en Sevilla sigue manteniendo el alto nivel de estudios de tipo humanístico, técnico y científico que le caracterizaba, incluso lo mejora en algunos aspectos, ya que profundiza en la ciencia y técnica artilleras al tener a su disposición una prestigiosa Fundición de Cañones de Bronce y la principal Maestranza de Artillería de España, industrias de gran interés para las prácticas de los cadetes. Precisamente don Juan de Arriada, director de la Fundición, sería nombrado director del Colegio con fecha 29 de marzo.
Ocupación de San Laureano
El Real Colegio queda instalado en el Convento de San Laureano, perteneciente a los Religiosos de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, inmediato a la Puerta Real. Después de unos días de necesario descanso, reanuda las clases con profesores de la talla de Dátoli y Gil de Bernabé, teniendo en cuenta los dos Reales Decretos de 1809 ordenando: “Que no se postergasen ni se detuviesen en el Colegio, por falta de edad y estatura, los cadetes de buena aplicación y conducta”. “Que se limitase a dos años el tiempo de estudios”. “Que se admitiesen los pretendientes con edad de 14 a 16 años, en lugar de la que disponía el Reglamento del Colegio” (de 12 a 15 años).13
Para más facilidad, a los aspirantes se les exime de las pruebas de nobleza en el ingreso por la dificultad de solicitar los documentos y para los cadetes supernumerarios se amplía su edad a los 18 años no cumplidos. Enseguida se completa el alumnado hasta 150 plazas con jóvenes de Sevilla, quedando los cadetes de Segovia en régimen externo al no haber suficiente alojamiento para todos.
Intentos para otra ocupación
El Colegio había escogido el Convento de San Laureano con los datos de la mermada Compañía de Caballeros Cadetes que partieron de Segovia y sin conocimiento de otros importantes, como las previsiones de plazas, que influyeran en la capacidad y distribución del alojamiento. Una vez en Sevilla, ante la necesidad de completar el número de internos hasta 100, la Junta Gubernativa del Centro pone en conocimiento de la superioridad que el edificio ocupado está muy lejos de tener suficiente capacidad para las habitaciones, aulas, oficinas y otras dependencias necesarias.
Los vocales de la Junta, teniendo presente que ninguna casa particular ni institución, incluso con doble capacidad que el Convento de San Laureano, serviría para el número de piezas que necesitaba y, con la idea de acelerar y perfeccionar la educación e instrucción de los alumnos, se reparten el examen de los diferentes edificios de la ciudad aparentemente apropiados para ahorrar gastos al Erario e incomodidades a los vecinos. De su estudio, la Junta, antes de solicitar su reconocimiento interior, propone por orden de preferencia: 1º. Real Colegio de San Telmo. 2º. Convento de San Antonio de la Orden de San Francisco. 3º. Universidad, antes Casa Profesa de Jesuitas. 4º. Cuartel de Artillería de la Plaza del Duque. No propone otros edificios reconocidos y con capacidad, unos por excesivamente grandes, mal distribuidos, ruinosos o alejados; otros, por estar dedicados a importantes fines, como hospitales, fábrica de tabaco y conventos de religiosas. 14
El 7 de mayo el director general de Artillería traslada al ministro de la Guerra el acuerdo de la Junta Gubernativa del Colegio, solicitando su traslado a otro edificio de mayor capacidad donde poder alojar a los oficiales, caballeros cadetes y dependientes, así como la admisión de más pretendientes para poder llevar a cabo el plan de enseñanza. En espera de la contestación, la Junta ordena los reconocimientos y exámenes interiores oportunos.
Reconocimiento del Convento de San Antonio de Padua
Merece especial consideración la atención prestada al Convento de San Antonio de Padua, ya que, si bien el Colegio de Artillería no terminó en este lugar, si lo hizo la Academia Militar que fundaría el teniente coronel Gil de Bernabé.
Habiéndose decidido, como lugar más idóneo para el establecimiento del Real Colegio este Convento, el 30 de mayo de 1809 el director general del Cuerpo solicita al capitán general de Andalucía un presupuesto de las obras necesarias para su trasladado, siendo realizado por el arquitecto don Tomás Escarena Anaya, que lo remite con fecha del 6 de junio, ascendiendo a 42.900 reales de vellón.
Este mismo día, el fraile guardián del Convento, en vista de los trabajos que se estaban llevando a cabo en el mismo, cursa instancia a Su Majestad solicitando el traslado del Colegio a otro sitio. No obstante, expone: “Si fuere absolutamente preciso, que a beneficio e interés de la causa pública, se sacrificase el Convento y todos sus individuos serían los primeros que se presentasen como lo han hecho en otras ocasiones…”15
En consecuencia, la Junta Suprema le requiere información sobre otros edificios que considere más a propósito para semejante establecimiento, sugiriendo una casa de la Duquesa de Medinasidonia en el barrio del Duque y la Real Sociedad de Medicina y otras Ciencias.
Se insiste en el desalojo del Colegio de Artillería de San Laureano el 27 de junio. Esta vez a instancias del coronel Dátoli, como director de la Fábrica de Fusiles de Chispa que se había creado por necesidades de la guerra. Lo consideraba el lugar más idóneo para esa industria por contar con piezas independientes para las necesidades del establecimiento, situadas a las afueras de la ciudad y con una buena vía de acceso.16
Cursadas las nuevas peticiones, la Marquesa de Villafranca, propietaria de la casa de la
Duquesa de Medinasidonia, solicita que la suya se deje sin efecto; por su parte, la Sociedad de Medicina manifiesta que no es apropiado, por lo mucho y apreciable que contiene, porque: “El Jardín Botánico no puede ser removido, la biblioteca es abundante y los demás enseres y oficinas, como teatro anatómico, archivos, etc. necesitan defensa” 17.
Por todo ello, la Junta Suprema suspende la ubicación del Colegio de Artillería en estos sitios, comunicándolo el 29 de julio al ministro de la Guerra. Continuando las dificultades para encontrar edificio apropiado para los Caballeros Cadetes del Real Colegio, el día 7 de octubre se dispone su continuación en San Laureano y el 16 el inspector general de Artillería solicita al ministro de la Guerra 21.520 reales de vellón para empezar las obras de ampliación del edificio a fin de darle una capacidad para 100 cadetes de número.18
El teniente coronel Gil de Bernabé crea una Academia Militar General
Gil de Bernabé en una de las visitas que cursa al Convento de San Antonio de Padua lo encuentra ocupado con parte del Batallón de Voluntarios de Honor de la Universidad de Toledo, evacuada de su acuartelamiento en el Convento de los Terceros por falta de espacio. El teniente coronel, animado por su gran amor al servicio, concibe la idea de crear la Academia Militar de sus sueños con estos escolares que, según manifestaría, tenían excelentes cualidades y les sobraba valor, pero les faltaba preparación militar.
Tenía en mente una disposición de la Junta Central, de mediados del año anterior, que decía:
“El ejército permanente debía componerse de quinientos mil hombres y cincuenta mil caballos, disponiéndose para la defensa de las poblaciones el armamento en masa de todos los hombres capaces de llevar un fusil, organizados en cuerpos de Milicia Urbana. Mas para esta fuerza colosal no había oficiales, y los que fueron improvisados por las juntas provinciales eran ignorantes e inútiles. Para llenar este vacío, era de desear que se planteasen todas las escuelas militares que habían sido suprimidas; pero éstas en tres o cuatro años no podían dar fruto y el tiempo urgía.”.19
Su plan consistía en el establecimiento de colegios militares de “urgencia” destinados a la formación de oficiales en seis meses con jóvenes universitarios, ofreciéndose a organizar y dirigir el de Sevilla con los escolares de la Universidad de Toledo. El día 8 de agosto Gil de Bernabé lo materializa en una instancia a la Junta Central en la que describe con todo lujo de detalles la imperiosa necesidad que tenía España de contar con oficiales dotados de suficiente inteligencia e instrucción para conducir las tropas de sus ejércitos contra las aguerridas huestes de Napoleón Bonaparte. Propone el establecimiento de academias en varias ciudades para instruir a unos 8.000 oficiales, bajo la protección y dirección de un vocal de la Suprema Junta Central. Se haría nombrando subdirectores científicos, el competente número de profesores, llamando a los estudiantes de los batallones distinguidos de Toledo, Sevilla y Granada y animando a los reverendos obispos a que colaborasen respecto a los colegiales y novicios religiosos.
Pone como ejemplo la academia que se brindaba a fundar en Sevilla, sobre cuyos alumnos expresaba: “En la Academia que yo quiero establecer para instruir tales alumnos, saldrá el mejor plantel de oficiales que tiene la nación; en más de 15.000 estudiantes, bachilleres, licenciados, doctores y aún catedráticos en filosofía y otras facultades mayores que se precisa a tomar las armas, en las que no sólo podrá escogerse un número grande de oficiales subalternos de compañía, sino que entre ellos se descubrirán excelentes para jefes y aún generales…//… No lo dudemos, así como las tierras beneficiadas por semillas delicadas, dan con prontitud sazonados frutos, de la misma suerte, los estudiantes preparados para conocimientos más sublimes, deben en poco tiempo saber cuánto necesita un excelente militar.”.20
Al no tener contestación, deseando continuar con su plan, ve la oportunidad para dirigirse al propio Monarca recordando el venturoso Manifiesto Real de aceptar todas las ideas que le parecieran útiles. El día 27 lo hace, argumentando que, por los 1.503 hombres de Infantería y Caballería que tenía Su Majestad decretado levantar y armar en esta Guerra, era preciso aumentar el Real Cuerpo de Artillería y, dada la gran cantidad de oficiales que se necesitaban para regimentar un ejército tan numeroso, deberían salir de los cursantes de las Universidades y otros establecimientos literarios.
Esta vez, su escrito tiene el eco deseado y el 3 de septiembre la Sección de Guerra de la Junta Central solicita a la Junta Militar un informe urgente sobre asunto tan interesante. La idea es acogida con gran entusiasmo por el Asistente de Sevilla, don Jerónimo, marqués de Ustáriz, que muestra su apoyo y beneplácito, pero, desgraciadamente, cae enfermo de gravedad y fallece a finales de mes sin poder apoyarla hasta ver inaugurada la nueva Academia. Después de año y medio desde que Gil de Bernabé empezara a poner en conocimiento de la superioridad varios planes útiles para la liberación de la Patria, cuando estaba a punto de conseguirlo, el infortunio se lleva a su valedor.
El día 7 de octubre de 1809, Gil de Bernabé, sobrepuesto del luctuoso suceso, redacta una nueva solicitud a Su Majestad, reiterando su proyecto. Exponía, que sería inútil la masa de este ejército si no se procuraba crear e instruir pronto a los 8.000 oficiales que hacían falta para regimentarlo; que pensar en escribir los estatutos, arreglar las casas de su morada, circunstancias y uniforme de los alumnos, tratados que deben estudiar y otros puntos, posiblemente les darían más brillantez y utilidad, pero alargarían su creación haciéndola más complicada y costosa; que para las críticas circunstancias del momento, en que es tan recomendable la economía, sencillez y, sobre todo, la prontitud, se puede decir que para mañana sería tarde.
Con esta idea, y mientras se llevaban a cabo los arreglos pertinentes, para recoger el fruto de la enseñanza proponíaocupar las horas de descanso de sus obligaciones en el Colegio de Artillería en difundir a sus alumnos los conocimientos militares y la experiencia adquiridos por él en sus muchos años de profesión. Lo hacía movido por su grandísimo afán e ilustrado ardor por la buena causa y fiaba el resultado en las buenas disposiciones de los discípulos, que deberían haber cursado, por lo menos, tres años en cualquier facultad mayor.
Finalmente planteaba: “Enseñando con el beneplácito de mis jefes lo que puede necesitarse para ser un excelente oficial en el ejército a 40 o 50 o a todos los alumnos que cojan en mi casa, sin más recursos ni complicación que la de que V. M. nombre un individuo de la Suprema Junta Central, para obrar yo con su acuerdo, nombrar el mismo los alumnos de los Voluntarios de Toledo y asegurarles que el día que se hallen en estado de examinarse de los mismo que los Caballeros
Cadetes de Artillería se examinen y serán ascendidos a Oficiales de los demás cuerpos del Ejército.”.21
A las clases del teniente coronel en su casa llegaron los cuarenta primeros alumnos, constituyendo la primera piedra para la creación de una Academia Militar en Sevilla, parte del ambicioso proyecto docente que había ideado para derrotar a los franceses. El día 2 de diciembre de 1809 es promovido a coronel de Artillería y el 14 nombrado director de su tan anhelada y necesaria Academia, estableciéndose en dependencias del Convento Franciscano de San Antonio de Padua, en la calle San Vicente.
Según el plan de Gil de Bernabé, los alumnos de esta Academia adoptarían una comunidad de doctrina, suprimiendo las rivalidades entre las distintas Armas y la convivencia fomentaría un mayor compañerismo y unión entre los mandos de las diferentes procedencias. Su formación quedaba asegurada para salir brillantes mandos de Infantería y Caballería y para proporcionar muchos oficiales de ciencia y saber a los cuerpos facultativos de Artillería e Ingenieros, con unos conocimientos hasta entonces no impartidos. En suma, el alto prestigio del Centro se basaba en el carácter “general” de su enseñanza militar, con un plan de estudios común para todas las Armas. Los futuros oficiales se ejercitaban en contabilidad de unidades, ejercicios y evoluciones de todas las Armas y en la Táctica general, ciencia enseñada por primera vez en España.
2ª ETAPA: SEVILLA – CÁDIZ
ANTECEDENTES
El 29 de diciembre de 1809 la amenaza francesa aconseja cerrar el Colegio de Artillería, pero antes son promovidos a subtenientes los 14 cadetes más aventajados, entre ellos don Dionisio Gil de Bernabé. Al día siguiente, mientras se hacen los preparativos para el reencuentro de los jóvenes alumnos con sus familiares o tutores y para la disolución del Centro, éste es sorprendido por la inminente llegada de las tropas napoleónicas, viéndose obligado a clausurar de inmediato su actividad docente. Profesores, dependientes y alumnos quedan libres hasta recibir comunicación sobre la nueva ciudad donde se instalarían para continuar las clases.
El coronel Gil de Bernabé deja su labor en el Real Colegio, que nuevamente tiene que disolverse, tan solo a los nueve meses de su establecimiento en Sevilla, pero sigue al frente de su recién creada Academia Militar, resistiendo el mayor tiempo posible hasta la llegada del enemigo, pues cada día de enseñanza es vital para la formación de los futuros oficiales.
Los franceses invaden Andalucía el día 20 de enero de 1810 y los componentes de la Junta Central, por seguridad, se ven obligados a evacuar sus dependencias de los Alcázares, saliendo de Sevilla en la noche del 23 al 24. El día 28 Gil de Bernabé clausura la Academia Militar, reconfortando a sus alumnos con estas palabras: “Si los paisanos huyen, no deben huir los soldados, y mucho menos los que se educan para oficiales: Yo estoy a la cabeza de la academia; mientras nos manden obedeceremos, y cuando esto falte, haremos lo que nos dicte la razón y el honor”. Todos los escolares, enardecidos y con lágrimas en los ojos, respondieron al unísono: “A las órdenes de
nuestro director arrostraremos con placer los mayores peligros”.22
Fue el último acto académico del coronel en Sevilla, pero no su último servicio, ya que fue nombrado comandante del sector defensivo de Triana con los profesores y alumnos de su Academia, a cuyo cometido parte con su hijo Dionisio, de 15 años. Su esposa, cuando le despide, le ánima a cumplir con su deber, diciéndole: “Tú y tu hijo permanecer en las baterías hasta el último momento y después seguir la suerte de la Patria en el último rincón, con olvido absoluto de nosotros, que quedamos encargados al cielo”.23
Doña Petra Ramos, en avanzado estado de gestación, con sus seis hijos y sus dos amas, tiene que quedarse en Sevilla, encontrando albergue en la Casa de Niños Expósitos, donde alumbra a su octavo retoño Antonio. También permanece en la capital el capellán del Colegio don Víctor Ruiz de Albornoz.
EL VIAJE
El coronel Gil de Bernabé sale de Sevilla hacia Castilleja de la Cuesta en la madrugada del 30
de enero de 1810. Al día siguiente comienza una marcha hacia el condado de Niebla con los profesores y alumnos de su Academia Militar, escoltando un convoy con los caudales públicos administrados por la Junta Central. El 5 de febrero llega a Ayamonte con 25 oficiales de Artillería bajo su mando y más de 100 incorporados a la expedición en el camino, profesores y algunos cadetes y subtenientes recién promovidos del Real Colegio de Artillería.
En Isla Canela Gil de Bernabé disuelve la Academia y con sus escolares custodia los caudales públicos hasta su repliegue a la Isla de León. El día 11 de febrero embarca rumbo a Cádiz con parte de la expedición, haciéndolo el resto el día 23 con el capitán don Domingo Navarro y el ayudante don Félix García de Cuerva. Cuando llega, recibe orden de marchar a la Isla de León, incorporándose a esta guarnición con todo el personal que le acompaña. El día 26 se aloja en la Casa de los Jóvenes de la Marina, situada en la población militar de San Carlos y entrega los fondos públicos al Consejo de Regencia, que acababa de constituirse bajo la presidencia de don Francisco Javier Castaños, ejerciendo la autoridad suprema en todos los dominios españoles de ambos lados del Océano.
LA INSTALACIÓN DEL COLEGIO EN CÁDIZ
El 5 de febrero 40.000 franceses al mando del mariscal Victor ya se encontraban a la vista de la Isla de León pisando los talones a la retaguardia del Duque de Alburquerque, don José María de la Cueva, que acudía a la defensa de Cádiz. Apenas había despuntado el nuevo día los franceses comienzan el asedio a la capital y a la Isla de León.
El coronel Gil de Bernabé, con sus profesores y alumnos, ocupa inicialmente la Escuela de Pilotos de la Armada. Después son repartidos entre varios regimientos y el día 14 pasa a prestar sus servicios en el batallón que guarnece el Arsenal de la Carraca y en el campamento de Sancti Petri. Poco le dura este destino porque el general Eguía, que acababa de tomar posesión como Secretario de Estado y del Despacho Universal de la Guerra, le reclama, así como a los demás oficiales y artilleros que llegaron con él. Su hijo Dionisio, ascendido a subteniente con efectividad del 26 de enero, se incorpora a la Artillería del 4º Ejército.
El coronel, en la nueva ciudad sitiada, continúa con su afán y celo profesional de formar oficiales y el 2 de marzo solicita autorización al Consejo de Regencia para reabrir su Academia Militar. Es un momento convulso para la Isla de León, donde se está reorganizando el Gobierno de la Nación. Dos días después el Consejo de Regencia ocupa el Convento de la Enseñanza de María, convirtiéndose en su sede, y el día 10 le requiere para que informe cuanto tardaría en instruir a los cadetes en los principios de matemáticas, formación de campaña, artillería, dibujo, ordenanzas militares, etc. El profesor comunica que en el plazo de cuatro meses sus alumnosestarían preparados para ser útiles a la Patria, después de un examen público o reservado, delante de las personas designadas por el Gobierno. Además, propone reunir en la Academia a todos los subtenientes y cadetes del ejército para dar un mayor impulso a la instrucción. También es un momento apropiado para las pretensiones de Gil de Bernabé, pues el día 24 llega a la Isla el Duque de Alburquerque al mando del 4º Ejército con 11.000 hombres y con la misión de impedir la entrada de los franceses a la mítica Gades por la estrecha franja de tierra que discurre entre el caño de Sancti-Petri y el castillo de San Sebastián, en la Caleta de la ciudad. Sin duda necesitaba oficiales.
Gil de Bernabé es autorizado a restablecer su Academia Militar, haciéndolo en el mes de abril con el nombre de Nacional y Patriótica Academia Militar de la Isla de León, que después se convertiría en la Escuela Militar del 4º Ejército, al constituirse una en cada uno de los ejércitos españoles a imagen de su academia. Nuevamente vuelve a cobrar auge, hasta el punto que a finales de 1810 prosperó tanto que llegó a tener 647 alumnos de Infantería y Caballería promovidos a subtenientes. Ocupa los pabellones del hospital de la población de San Carlos, monta una escuela de equitación y se ponen a su disposición dos piezas de artillería para la instrucción práctica.
La Regencia accede a su propuesta y autoriza que a los escolares de la Universidad de Toledo se sumen los cadetes y subtenientes del 4º Ejército para perfeccionar su instrucción, los distinguidos de la Real Maestranza de Ronda y los cadetes del Real Colegio de Artillería. El coronel también pone en marcha un segundo curso para preparar a los voluntarios que lo deseen para el examen de los Cuerpos Facultativos de Artillería e Ingenieros, a fin de que los aptos puedan pasar a sus respectivos Colegios.
Gil de Bernabé abre de nuevo las puertas del colegio artillero, como director de estudios y primer profesor, con el teniente coronel don Joseph Bergara, como segundo profesor y el capitán don Julián Solana, como ayudante mayor; ambos participantes en el éxodo desde Segovia. Permanece en la Isla de León hasta que es reorganizado en Cádiz para marchar a su nueva ciudad de acogida, lo cual se estaba demorando por la delicada situación del Gobierno de la España libre y la consiguiente penuria económica. Ante la falta de libros de texto, al haber tenido que dejarse en Sevilla, las clases se dan con manuscritos del propio Gil de Bernabé y con varios Tratados elementales para la instrucción de los Cadetes de Artillería, escritos por el teniente del Cuerpo Nacional de Artillería, don Pedro de Fuertes y Catalán, ordenado por la Regencia a instancia suya.
Entre los oficiales de Artillería procedentes de esta Academia merecen ser citados don Juan Senovilla y Recellado, don Atanasio Alesón y Cobo y don Ramón de Salas y Hernández.
Don Juan Senovilla y Recellado fue uno de los ocho alumnos de la Academia Militar de la Isla de León, que por su aplicación, sería premiado con un sable de honor por la Junta de Cádiz en 1810. Oficial de Artillería, intercalado entre las promociones de 1810 y 1812, llegaría a coronel en 1855.
Director de la ferrería “La Concepción” de Marbella, de las fábricas de fusiles de Vitoria, Éibar, Bilbao, Sevilla, Oviedo y Granada y de las fábricas de pólvoras de Burgos y Murcia. Trazó proyectos para evitar las inundaciones del río Guadalquivir en Sevilla. Autor, entre otras obras: Memoria sobre los medios de promover y fomentar la mejora, abundancia y baratura de los fusiles (1846); Memoria sobre los proyectiles y las piezas con que se disparan (1847). Artillería ligera (1848); Industria militar, fábrica de fusiles, observaciones sobre cuatro proporciones contenidas en la Revista militar española (1849) y asiduo colaborador del Memorial de Artillería.
Don Atanasio Alesón y Cobo fue promovido a subteniente en 1812, llegando a mariscal de campo en 1840 y a teniente general en 1854. Combatió en la Guerra de la Independencia y en la primera Guerra Carlista, siendo condecorado con cuatro Cruces de San Fernando, haciéndose acreedor a los títulos nobiliarios de Conde de la Peña del Moro y Vizconde de Alesón.
Don Ramón de Salas y Hernández al comenzar la Guerra de la Independencia se encontraba estudiando filosofía en la Universidad de Salamanca, donde se alista el 4 de junio de 1808 como voluntario en el Batallón de Estudiantes para combatir a los franceses, haciendo la campaña del Ebro. Disuelto su Batallón, en diciembre de 1808 marcha a Sevilla y se incorpora al Batallón de Voluntarios de Honor de la Universidad de Toledo y en 1810 ingresa en la Nacional y Patriótica Academia Militar de la Isla de León.
El coronel Gil de Bernabé también se hace cargo de la Dirección General de Artillería, formando en este cometido una Memoria sobre el arte de fabricar pólvoras y nitrerías artificiales y un Proyecto para la construcción de un Obrador de Salitres para la Población de San Carlos. También redacta un Estado comprensivo de los efectos y municiones existentes en las plazas de la Península, con lo necesario para su dotación, lo preciso para un ejército de trescientos mil hombres y lo que era menester para completarse, especificando los costes. Es el único militar que forma parte de la Junta de Instrucción Pública de Cortes, creada, entre otros cometidos, para sostener la guerra; en ella trabaja para la mejora de las leyes y reglamentos requeridos por las reformas de la Nación, con arreglo al plan de don Gaspar de Jovellanos.24
Cádiz, asediada por el enemigo, es el último baluarte de la resistencia española, siendo defendida por el 4º Ejército, apoyado en la línea: río Sancti Petri, fortificaciones de la Villa de la Isla de León, avanzadilla de San Carlos, con los baluartes defensivos del puente romano, la Carraca y Puerto Real. Es inexpugnable, una vez cortado el Puente de Suazo. La ciudad, bajo el cruel sitio del mariscal Víctor, se ha convertido en un símbolo de la oposición nacional a la invasión gala. Se ha erigido en la capital de la España no ocupada, sede de la Regencia y de las Cortes liberales. Toda la guarnición tiene que contribuir a su defensa y a Gil de Bernabé se le encomienda las del Arsenal de la Carraca y Campamento Sancti Petri, acudiendo con sus alumnos a todas las alarmas, a veces con brillantes intervenciones.
Mientras tanto, su esposa da a luz en la Casa de Expósitos de Sevilla y ante la decisión de reunirse con su marido, tiene que soportar las mismas iniquidades de ciertos afrancesados, como en Segovia que, con insidiosas persuasiones, querían obligarla a que lo llamara para unirse a su innoble causa, mas ella con valentía les manifiesta su desprecio, les afea su debilidad y les aconseja seguir el partido único, que conduce a la libertad. Doña Petra, a pesar de los impedimentos, el 20 de abril comienza un épico viaje con sus dos amas y todos sus hijos, Antonio de pecho y otros seis más, burlando el toque de queda de la ciudad y el cerco a la Isla de León, para reunirse con su marido. La familia Gil de Bernabé-Ramos vuelve a estar junta, excepto el teniente Dionisio, pero la felicidad que le embarga pronto se enturbia con la noticia de otro traslado del coronel.
En agosto causan baja los cadetes de Artillería de todos los cursos, después de terminar sus estudios y ser promovidos a oficial 69. Los demás se incorporan a un cuartel de Cádiz, donde comienza la reorganización del Colegio para su traslado a Menorca, en el que Gil de Bernabé es nombrado su director de Estudios. 24
3ª ETAPA: CÁDIZ – MAHÓN
ANTECEDENTES
Por fin, gracias a los desvelos y a la diligencia del nuevo director general del Cuerpo, mariscal de campo don Martín García y Loygorri, ante la falta de recursos para sacar el Colegio adelante, en agosto de 1810 comienza su reorganización en un cuartel de Artillería de Cádiz, para preparar su marcha a Mahón, y nombra director en funciones al teniente coronel don Joseph Bergara auxiliado por el capitán don Julián Solana.
Así se da cumplimiento al Decreto de la Regencia del 24 de marzo sobre su restablecimiento en una de las Islas Baleares, a propuesta del director general interino del Cuerpo, brigadier don Juan de Arriada, del 13 del mismo mes, proponiendo su reapertura en Menorca. Se consideraba el lugar idóneo por encontrarse la isla protegida por la Escuadra inglesa, donde tenía su base. Cursada orden a su gobernador para que buscara el edificio apropiado, bien en la capital o en otra población, elige el cuartel de Calacorp ubicado en un arrabal de la población de Villacarlos a media legua de Mahón.
Los profesores que, a la vez ejercerían como oficiales de la Compañía, ya habían sido designados mediante decreto del 6 de julio y se había fijado en 150 el número de cadetes más 24 supernumerarios. Al no poderse embarcar en agosto se inician las actividades docentes y de previsión de material de enseñanza y otros medios.
Una de las primeras gestiones del director en funciones fue la recuperación de todos los efectos dejados en Sevilla a cargo del sacerdote patriota don Antonio María de Tolesano. Otro trámite fue la previsión de los instrumentos topográficos precisos para el Colegio cursada el 3 de septiembre, mas era tal la penuria económica que en vez de comprarlos se pidieron a la Marina, pero desgraciadamente no disponían de ellos.
Como el establecimiento escogido en Mahón no disponía de capilla, y se consideraba necesaria para que los cadetes pudieran seguir asistiendo a la Santa Misa diariamente sin salir del Colegio, el 11 de septiembre el director general del Cuerpo solicita una capilla portátil del Arsenal de la Carraca, con los ornamentos, vasos sagrados y demás enseres.
EL VIAJE
Resueltos los problemas de embarque en el Puerto de Cádiz, el Colegio embarca en la fragata Lucía para su nueva ubicación en Menorca el día 5 de octubre de 1810, a los seis meses y doce días desde que se dispuso su apertura en esa isla. No obstante, no se hace a la mar hasta el día 11 a causa de un gran temporal.
En la expedición van 3 oficiales, el teniente coronel don Joseph Bergara y los capitanes don Joseph de Cordova y don Julián Solana, participantes en el éxodo desde Segovia, 23 cadetes, 7 personas integradas en la plana mayor, entre ellas el capellán don Víctor Ruiz de Albornoz, el conserje José Cabrero, el pífano Juan Costa y el tambor 1º Juan Baras procedentes de Segovia, y 6 dependientes, entre ellos el apoderado general don Estevan de Padura y Aramburu, el ayuda de cámara Gregorio de Arce y el maestro de cocina Manuel Cadenas procedentes de Segovia.
El director del Colegio, don Juan de Arriada, que cesaría en su cargo el día 2 de noviembre, no embarca. Tampoco lo hacen el coronel don Mariano Gil de Bernabé y el teniente coronel don Antonio Miralles por continuar con sus funciones en la Real Academia Militar de la Isla de León.
La fragata hace escala en el puerto en Alicante y el día 31, cerca de las Islas Baleares otro fuerte temporal le obliga a una arribada forzosa al puerto de Palma de Mallorca, donde el Colegio guarda una cuarentena de doce días. En este tiempo le llegan noticias de Menorca, de haberse desatado una epidemia de viruela y de haberse producido alborotos protagonizados por algunos civiles, ante la noticia de que se estaba preparando la movilización de los mozos aptos para el Servicio Militar. El Colegio desembarca, una vez obtenido el preceptivo permiso del Capitán General, y se aloja en el convento de Nuestra Señora de Montesión, perteneciente a los padres jesuitas.
En Mallorca se incorpora a él una segunda expedición, formada por el cirujano don Miguel Coll, el maestro de armas y 13 cadetes. También, en este tiempo, el 5º Departamento de Segovia se restablece en las Islas Baleares, (R.O. de 24-11-1810), organizándose el 5º Regimiento de Artillería con 3.000 hombres de las provincias de Cataluña, Aragón y Valencia.
El Colegio es retenido en Palma dos meses y dieciséis días por falta de barcos para la travesía hasta Menorca y por las gestiones de la ciudad para conservarlo; pretensiones que habrían conseguido a no ser por la dificultad para encontrar el edificio apropiado.
Por fin, el 16 de enero de 1811 el Colegio al completo comienza la travesía en un barco particular fletado por la Real Hacienda. Después de una dura navegación, mucho más larga de lo habitual a causa del mal estado del mar, desembarca en el puerto de Mahón (Menorca).
LA INSTALACIÓN DEL COLEGIO EN MAHÓN
El Colegio de Artillería queda instalado en el cuartel de Cala Corp, ubicado en Es Castell de Villacarlos, el 29 de enero de 1811 y comienza las clases el 2 de febrero, bajo la dirección del teniente coronel don Joseph Bergara, que la ejercería accidentalmente hasta el 4 de abril, fecha de incorporación de su titular el brigadier don Joaquín Ruiz de Porras.
El 4 de febrero comienza las clases y el 18 de marzo, al no disponer la Marina de los instrumentos topográficos solicitados, se hacen gestiones para su adquisición al Gobierno Británico, a cuyo fin el 17 de junio se ordena a la Real Hacienda librar 20.000 reales, en varias partidas, cuando haya liquidez para ello.
El Colegio comienza esta nueva andadura realizando un gran esfuerzo profesores y alumnos intentando recuperar el tiempo perdido, a pesar de las dificultades por el suministro de las subsistencias, el mal estado de las dependencias y las condiciones de vida en la isla.
La penuria económica es tal que, en diversas ocasiones, se ve en la necesidad de solicitar auxilio a la autoridad de la isla y a algunos caballeros particulares. De ello hay constancia por el comunicado de fecha 24 de octubre de 1811 dirigido por el director general del Cuerpo al ministro de la Guerra, expresando que en esa fecha se debían más de seis meses de los haberes devengados por la Compañía de Caballeros Cadetes: “…y el fondo de asistencia que está supliendo la falta de éstos, además de emplearse en distinto objeto de su institución, va a llegar el caso de concluirse en términos que se verá el Colegio sin medios para subsistir…”.25
Respecto a las dificultades en las condiciones de vida, al teniente coronel Bergara se debe la atención y el trato cariñoso hacia sus cadetes, unos niños venidos de las más diversas regiones de España. En este sentido remitió una queja al Gobernador de la isla, don Pedro Grimarest, también en carta fechada el 24 de octubre de 1811, pidiendo su intercesión con estas palabras:
“Siendo de absoluta necesidad para la conservación de la salud de los caballeros cadetes el que estos salgan a paseo en las tardes de los días festivos,…, me veo en la precisión de hacer a V. S. presente, o que constantemente se han de dirigir por el camino del Castillo, o si han de pasear por el que va de este arrabal a Mahón, están muy expuestos a ser atropellados por algunos individuos de la escuadra inglesa, que con el sólo objeto de divertirse, lo pasean a escape con los caballos, sin dar lugar por lo tortuoso y estrecho del caminos a que 57 cadetes que por razón al buen orden de ir reunidos, puedan franquear el paso como lo desearían los individuos de una nación que tanto apreciamos; casi a igual peligro se exponen diariamente en la hora de cuatro u media a cinco y media de la tarde que disfrutan del recreo en la plazuela que está delante del edificio”. 26
Los cadetes, gracias a los cuidados y al desvelo de su director y de todo el profesorado, no sufren grandes privaciones, tanto en el alojamiento como en la manutención. A pesar de ello, la escasez de alimentos, a veces, les obliga a adaptarse a las circunstancias, como en una ocasión que estuvieron comiendo tan sólo potaje y bacalao durante toda una semana.
Don Joaquín Ruiz de Porras cesa en la dirección del Colegio el 3 de abril de 1812 y el día 15 le sustituye el coronel don Ignacio Muñoz de San Clemente, conde de Casa Garná. El 24 de junio sale la primera promoción de Mahón, la 47ª del Arma de Artillería, con 15 subtenientes. Entre los promovidos este año merecen ser citados por sus importantes intervenciones en la contienda:
Don Ramón de Salas y Hernández. Alumno de la Academia Militar de la Isla de León, con el empleo de teniente en 1813 sirve en las baterías de Sancti Petri y el Portazgo de Cádiz durante el asedio. Participa en varias acciones durante la Primera Guerra Carlista, donde obtiene por mérito el grado de coronel. Toma parte en los sucesos de Barcelona y, a su regreso a Madrid, asciende a brigadier. Primer jefe de la Brigada de Montaña, redacta y publica en 1844 un Ensayo de táctica de Artillería de Montaña. En 1847, tras ser designado Comandante General de Artillería del Ejército expedicionario que marcha a Portugal, asciende a Mariscal de Campo. Escritor fecundo y excelente historiador del Cuerpo de Artillería, entre sus obras destacan: Prontuario de Artillería, Cartilla para el Gobierno Interior de las Compañías de Artillería y Memorial Histórico de la Artillería Española, en el que trata con detalle el estado del arte y de la ciencia de la Artillería hasta el momento.
Don Manuel Fernández de los Senderos. Uno de los cadetes expedicionarios desde Cádiz, que sería nombrado miembro de la Real Academia de Ciencias. Siendo comandante profesor de la Academia de Artillería en 1852 publica Elementos de Artillería, una verdadera enciclopedia de química, fabricación de pólvoras, materiales, metalurgia, puentes, minas y balística, que sería empleada como libro de texto durante muchos años en el Colegio de Artillería.
Don José María Venenc. Otro de los cadetes expedicionarios desde Cádiz, que en unión de su compañero de Armas don Genaro Novella Bouvier redactó una Memoria relativa a los cebos a fricción y otros, de utilidad para el comienzo en España de los estudios en este campo.
A principios de noviembre de 1812 el Real Colegio clausura las clases en Cala Corp y da comienzo a los preparativos para su traslado a Mallorca.
4ª ETAPA: MAHÓN – MALLORCA
ANTECEDENTES
Una vez decidida la instalación del Real Colegio de Artillería en las Islas Baleares en 1810, aunque desde el principio se opta por Menorca, no se abandonan las gestiones para hacerlo en Mallorca por reunir mejores condiciones. A tal fin, se nombra una comisión, compuesta por el Comandante General de Artillería de las islas, mariscal de campo don José Montes Salazar, como subinspector del mismo, el coronel don Joaquín Ruiz de Porras, como director de estudios y primer capitán de la Compañía de Cadetes y el teniente coronel don Antonio de Elgueta. La elección no es fácil y, por su utilidad desde el punto de vista militar, se opta por Palma, capital del archipiélago, con un buen puerto, parque de artillería, maestranza y fundición de cañones y municiones, que facilitarían las condiciones para la vida, el estudio y las prácticas de los cadetes. El hecho de que el coronel estaba ejerciendo en Palma, como director de la fábrica de artillería y municiones que se estaba montando para abastecer a los ejércitos de operaciones, también influye en la decisión.
El 6 de febrero de 1811, tan sólo a los cuatro días de la llegada del Real Colegio a Menorca, el Consejo de Regencia dispone que se traslade a Palma, atendiendo a las solicitudes de su Ayuntamiento y de la Comandancia del 5º Departamento de Segovia. Estudiados los edificios apropiados en la capital, entre otros el Castillo de Bellver, al final la elección recae en el colegio de Montesión, ocupado por la Universidad Literaria de Mallorca y por la Sociedad Económica de Amigos del País, y en el edificio contiguo del Seminario.
Las decisiones son lentas y hasta el 8 de mayo el capitán general de Baleares no ordena el desalojo de los edificios seleccionados para el Colegio, siendo confirmada esta orden por el decreto del Consejo de Regencia del 8 de agosto. Las autoridades de la isla, superpoblada y convertida prácticamente en un cuartel, ocupando las tropas conventos, instituciones y casas particulares a causa de la guerra, se resisten a su instalación en Montesión al ser la sede de importantes instituciones. Los deseos de las autoridades de la Isla y del alcalde de Palma no coinciden, pero las necesidades de la guerra terminan dando satisfacción al primer edil de Palma.
EL VIAJE
El 12 de junio de 1811, a los cuatro meses y diez días de haberse instalado el Colegio de Artillería en Es Castelll de Mahón, llega a Palma la fragata La Prueba, con la segunda expedición, compuesta por el teniente coronel don Joaquín de Góngora, 15 cadetes y el maestro de baile don Segismundo Morey. Quedan alojados en dependencias del Cuartel Nuevo, próximo a La Lonja, dedicado a fábrica de artillería y municiones. El resto permanece en Menorca ante la resistencia de la Universidad Literaria y de la Sociedad Económica de Amigos del País en dejar el Colegio de Montesión.
Palma de Mallorca celebra el advenimiento de la Constitución de Cádiz del 19 de marzo de 1812 con Te Deums en acción de gracias, luminarias, banquetes y arengas a la primera autoridad militar, don Antonio Malet, marqués de Coupigny, uno de los generales vencedores en Bailén. Dan comienzo las primeras reformas administrativas y Coupigny, decidido a que se cumpliera la orden de desalojo del Colegio de Montesión, el 7 de mayo de 1812 conmina a sus ocupantes a realizar la entrega en el plazo de siete días. La orden se cumple, comenzando la evacuación el día 16, un año y ocho días después de haberse dado.
En el ínterin de la llegada del Colegio, para dar cumplimiento al Decreto de la Regencia del 7 de julio de 1812, destinado a perpetuar la memoria de los capitanes don Luís Daoíz y don Pedro Velarde, don Joaquín Ruiz de Porras, atendiendo a su conocida ilustración, es nombrado para escribir el elogio de aquellos héroes, donde se comprenda así el epítome de su nacimiento y vida militar como su memorable sacrificio por la libertad de la Patria.
Por fin, en el mes de agosto, ya finalizadas las obras de ampliación y acondicionamiento de Montesión, comienzan los preparativos del Real Colegio para su traslado a Palma de Mallorca. La tercera, y última expedición, llega el 5 de noviembre a bordo de la fragata inglesa Brunnet con 4 profesores y 44 cadetes, después de un año y siete meses de su permanencia en Mahón.
INSTALACIÓN DEL COLEGIO EN MALLORCA
El Colegio de Artillería comienza las clases en Mallorca el 25 de noviembre de 1812, después de ocho días de obligado lazareto y doce más para su organización, bajo la dirección del brigadier don Joaquín Ruiz de Porras, Jefe de Escuela del 5º Departamento, que sería nombrado director del
Colegio, por segunda vez, el 5 de abril de 1813.
El coronel Gil de Bernabé, en la Isla de León al frente de la Escuela Militar del 4º Ejército, ya no tendría que incorporarse, pues fallecía en la madrugada del 23 de agosto de 1812, a los cuarenta y seis años de edad, a resultas de un extremo agotamiento debido a su intenso trabajo.27 Era de tal condición, que pasó los últimos meses de vida trabajando, supervisando las clases y exámenes y revisando su “Ensayo sobre la metralla”, que acababa de completar. En la Isla de León continúa su viuda, embarazada del noveno hijo, con siete vástagos, uno de ellos, José, cadete en la Escuela Militar fundada por su padre.
El Colegio en Mallorca queda sometido a una rigurosa disciplina, por cuyo motivo muchos cadetes son expulsados. Asimismo, dada la penosa situación de las Arcas Reales, se aplican severas medidas de austeridad; se clausuran las salidas al campo, se suprime el vino en las comidas, se simplifica el uniforme, a fin de abaratarlo, y las dependencias se amueblan con sencillez, aunque con el debido decoro.
Por iniciativa del director general del Cuerpo se contratan eminentes profesores civiles para la enseñanza científica y en él se restablece el laboratorio de Química con los instrumentos y objetos procedentes de la Casa de la Química de Segovia. Aprovechando que se encontraba en la capital mallorquina el ilustre farmacéutico y químico catalán don Francisco Carbonell, que era director de los cursos de Química organizados por la Junta de Comercio de Barcelona, se le ofrecen las instalaciones para montar su laboratorio y colección mineralógica. Aceptada la invitación, se reanudan las clases de Química, siguiendo como libro de texto un cuaderno escrito por el propio profesor. Sus clases, igual que las de matemáticas son públicas, permitiéndose la asistencia de «personas decentes» de la ciudad, por ser el único centro donde se enseñan estas materias, corriendo los gastos por cuenta de los propios alumnos.
El 9 de marzo de 1813 se publica el decreto que mandaba: …en los Colegios, Academias, o Cuerpos del Ejército o de la Armada no se admitiesen informes de nobleza aunque los interesados quisieran presentarlos voluntariamente. Había tardado, pues ya en 1811 las Cortes Constituyentes habían suprimido las pruebas de nobleza para el ingreso: …queriendo que a los hijos de tantos valientes les quede abierta la puerta del honor y a la gloria, juntando al valor que les dieron sus padres la instrucción que puedan recibir en los Colegios militares.28
En este mes el Colegio recibe 65 cajones con la mayor parte de los libros existentes en la biblioteca del Colegio de Segovia y algunos instrumentos rescatados por el capitán don Antonio Lóriga del Museo de Artillería, donde habían sido depositados por los franceses, aprovechando la evacuación de Madrid, después de la victoriosa batalla de los llanos salmantinos de Arapiles.
Al considerarse que la presencia de los cadetes supernumerarios y los soldados distinguidos en régimen externo perjudicaba la moral de los jóvenes cadetes, el 2 de noviembre de 1813 se suprime su admisión. Muchos solicitaban plaza de supernumerario para librarse del alistamiento y la mayoría presentaban poca aplicación y aprovechamiento, pues llevaban tabaco, comida y enseñaban a los internos las mujeres públicas, que los pervertirían cuando salieran del Colegio; además el número de 150 internos era suficiente para cubrir las bajas del Cuerpo.
Para mantener la salud de los cadetes y, a la vez, sirviera para el ramo de instrucción, el 3 de noviembre el Consejo de Regencia, a propuesta del director general del Cuerpo, aprueba el establecimiento de una escuela de natación en el Colegio, enseñanza avanzada para su tiempo. Al mes siguiente el cuadro de profesores se ve prestigiado con la incorporación del brigadier don Juan Manuel Munárriz, ex-profesor en Segovia.
A pesar de las graves dificultades ocasionadas por la guerra, sobre todo la penuria económica y las deficiencias propias de los locales habilitados, el Colegio tiene una época de esplendor en los dos años de estancia en Mallorca. Permite el ingreso de algunos oficiales graduados de Infantería, perdiendo su antigüedad al ser promovidos a subtenientes de Artillería. Asimismo, completa el cupo de cadetes con hijos de la flor y nata de la sociedad isleña y otros procedentes de diversos lugares de la Península, algunos sometidos a la ocupación enemiga.
Hay que distinguir entre los oficiales que salían del Real Colegio de Artillería de Palma y los de la Real Academia Militar, establecida en esta ciudad por don Santiago Wittinghain, Comandante General de la División Mallorquina, para adiestrar a los oficiales de su Unidad en los conocimientos artilleros precisos.
Es de reseñar que a los cadetes aventajados les estaba permitido adelantar curso. Por tal motivo, el Real Colegio, en su corta vida en Palma de Mallorca formó a cinco promociones, saliendo 47 subtenientes de Artillería y unos 60 alumnos que continuaron su carrera en Segovia. Entre ellos, merecen recordarse por su brillante trayectoria profesional, bien al pie de los cañones o como hombres de ciencia o estadistas, los siguientes:
Don Francisco Elorza y Aguirre. Natural de Oñate, Guipúzcoa, ingresa en el Colegio de Artillería en 1811 y sale subteniente de la 52ª Promoción en julio de 1814. Durante el Trienio
Constitucional lucha contra el absolutismo encuadrado en los Ejércitos de Galicia, Navarra y Vascongadas; finalmente como Jefe de Estado Mayor en el Ejército de Ballesteros hasta que se restablece el poder absoluto de Fernando VII. Tras la capitulación de Cartagena se ve obligado a emigrar, aprovechando su estancia fuera de España para perfeccionar su instrucción científica; estudia Ciencias Naturales, Metalurgia y explotación de Minas en la Universidad de Lieja y visita establecimientos metalúrgicos y mineros en Inglaterra, Bélgica, Francia, Alemania e Italia. Regresa a España y establece una fábrica de hierro en Marbella. Después dirige la fábrica del Pedroso y las minas de la Reunión de Villa del Río. En septiembre de 1843, siendo Comandante, recibe el encargo de crear la Fábrica de Municiones y Artillería de Hierro Colado de Trubia, cuya dirección desempeña hasta agosto de 1863. Este año es nombrado brigadier, siendo destinado a la Junta Superior Facultativa, ascendiendo a Mariscal de Campo un año después. A él se debe una Memoria sobre la Fabricación de armas de fuego portátiles, en colaboración con don Frutos Saavedra Meneses, publicada en el Memorial de Artillería en 1846 y unos estudios referentes a las Aplicaciones del bronce fosforoso, realizados en 1870.
Don Francisco de Luxan y Miguel. Ingresa en el Colegio de Artillería en 1812 en Palma de Mallorca y continúa sus estudios en Segovia, asciende a subteniente en 1817 con el número tres de su promoción, lo que le permite continuar con los estudios sublimes en Madrid. Ocupa una vacante de ayudante de profesor en el Real Colegio. Asciende a teniente en 1822 y es destinado al 3º Regimiento, con el que participa en la defensa de Cádiz contra las tropas del Duque de Angulema. En 1827 es nombrado alumno fundidor en la Fábrica de Bronces de Sevilla. En 1832 asciende a capitán, marchando de comisión al extranjero donde permanece cuatro años visitando industrias militares. A su regreso, en plena Guerra Carlista, se incorpora al Ejército liberal del Norte, sobresaliendo en la batería de brecha durante el ataque y toma de Irún en 1837, por lo que se le concede la Cruz de San Fernando de 2ª Clase. En 1848 asciende a brigadier. Excelente científico y legislador, fue miembro de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, Académico fundador de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Presidente de la Comisión que realizó el Mapa Geológico de España, Ministro de Fomento en dos ocasiones, durante cuyo mandato funda la Escuela de Ingenieros Industriales, Consejero de Estado y Senador del Reino y Ministro de Marina. También fue autor de innumerables e importantes obras y artículos, destacando su Fundición de piezas de artillería de bronce, publicado en el Memorial de 1844.
5ª ETAPA: MALLORCA – SEGOVIA
ANTECEDENTES
Expulsado de la Península el ejército invasor, el 5º Departamento es restituido a Segovia (R.O. de 20-03-1814) y se dispone que el Colegio de Artillería se reintegre a su ciudad natal una vez terminado el curso en Palma (R.O. de 7-06-1814). Así mismo, don Juan Manuel Munárriz recibe orden de preparar la vuelta del Colegio, a cuyo fin comienza el acondicionamiento de su antigua sede y de la Casa de la Química, ocupada a la sazón por la Sociedad Económica Segoviana de Amigos del País, que contaba con numerosos miembros artilleros.
La biblioteca del Real Colegio se enriquece el 13 de julio con los libros existentes en el palacio del marqués de Almenara, huido con el enemigo de la Nación, una vez aprobada la propuesta del director general del Cuerpo al ministro de la Guerra.
El 25 de julio termina los estudios la 5ª y última promoción de Montesión y dan comienzo los preparativos para la vuelta del Colegio a Segovia.
EL VIAJE
La 1ª división del Colegio de Artillería embarca en el Puerto de Palma en la goleta Elisa el 5 de octubre de 1814 al mando del brigadier don Joaquín Ruiz de Porras, capitán 1º de la Compañía de Caballeros Cadetes, con siete supernumerarios, dos pretendientes y seis artilleros distinguidos. El día 6 se hace a la vela, destacando durante la travesía el exquisito comportamiento del comandante de la goleta, capitán de fragata graduado don Fabio Bucheli, y de su tripulación con los integrantes de la expedición, que sufrieron grandes incomodidades por la estrechez del buque y el mal tiempo reinante durante la navegación. El 12 llega a Alicante, desde donde marchan en carruajes de los batallones de tren directamente a Segovia, al mando del profesor capitán don Pedro Valera.
Desde el mismo día que partió la 1ª división el Capitán 2º de la Compañía de Caballeros Cadetes, don Josef López, con el habilitado, comenzó intensas gestiones para conseguir los recursos necesarios para el viaje del resto del Colegio. Al fin, el día 10 el ayuntamiento de Palma entrega 40.000 reales de vellón, a cuenta de los haberes vencidos de la compañía, que con 360 reales cobrados de las cartas de pago, fue suficiente para las compras, pagar a los oficiales y empleados y diversos gastos.
El mismo día 10, de acuerdo con el comandante de la fragata Sabina, don Luís Coy, comienza el embarque de efectos y equipajes del Colegio. El 13 ya está todo a bordo, incluso los individuos y sus familiares, quedando en la rada de Palma el día 14 por haberse levantado viento en contra. La 2º división del Colegio zarpa el día 15 con 215 personas: 17 jefes, oficiales, médico y capellán, 122 cadetes de número, 3 tambores, 21 dependientes y 52 personas entre familiares y servicio de jefes, oficiales y dependientes.
El comandante de la fragata consigue transportar todo de una sola vez, aún a costa de la mínima comodidad de los pasajeros y con la consiguiente ventaja para el Real Servicio de poder hacer con anticipación el viaje por tierra en estación tan adelantada. Los dos jefes de la expedición ponen en conocimiento del director general del Cuerpo el esmero, atención y beneficencia del jefe, sus oficiales y toda la tripulación del buque, procurando el alivio y bienestar del personal de la expedición, tan numeroso para la capacidad del buque y le solicitan que ponga en conocimiento de Su Majestad el buen servicio realizado y el agradecimiento del Colegio.29
El día 19 llega a Alicante y, una vez habilitados los carros para su traslado, parten para Segovia profesores y cadetes en dos columnas, transportando sus equipajes en carruajes del batallón de tren. La primera, al mando del capitán 1º de la Compañía, brigadier Ruiz de Porras, parte el 29 de octubre, con 15 carros y 4 furgones con 82 mulas de tiro y 7 acémilas, llegando a Segovia el día 25 de noviembre; la segunda, al mando del capitán 2º de la misma, don Josef López, sale el 1 de noviembre con 18 carros y 3 furgones con 106 mulas de tiro y 7 acémilas, llegando a Segovia el día 28.
Las 52 personas de familiares y servicios marchan a Segovia en trasportes civiles. Sus efectos y mobiliario son enviados posteriormente desde Alicante en cuatro columnas que salen los días 21 y 31 de diciembre y 3 y 9 de enero, con un peso total de 35 toneladas.
Los gastos de este traslado ascendieron a 22.566 reales y 16 maravedíes, distribuidos con cargo al presupuesto de los caballeros cadetes.30
LA INSTALACIÓN DEL COLEGIO EN SEGOVIA
El 1 de diciembre de 1814 el Real Colegio de Artillería restablece las clases en su casa solariega del Alcázar de Segovia, justo a los seis años de su salida de la ciudad. Asume su dirección el brigadier don Joaquín Ruiz de Porras, permaneciendo en este cometido hasta el 3 de abril de 1816. Uno de los cadetes pertenecientes a la primera promoción de su nueva andadura es don José Gil de Bernabé Ramos, a quien se le concede plaza y equipamiento a cargo del Real Erario en atención a los méritos y circunstancias contraídos por su padre, el coronel don Mariano Gil de Bernabé Ibáñez.
El colegio artillero, que tanto había brillado antes de la invasión francesa, comienza una oscura etapa, tanto por el estado de las instalaciones como por la situación económica y la necesidad de medios de enseñanza actualizados. No obstante, profesores y cadetes se sobreponen ante tan penosa situación para devolverle su esplendor y consiguen hacer realidad sus sueños compaginando las horas de clase e instrucción con las de redacción de nuevos textos de enseñanza y la reconstrucción del Centro.
El Colegio precisa muchas obras de reforma, pues el invasor al abandonarlo lo dejó en un deplorable estado después de haberlo dedicado a depósito de prisioneros. También necesita ampliar sus dependencias, ya que ahora cuenta con 150 cadetes de los 100 del pasado. Prevista esta contingencia cuando se dispone el traslado desde Palma (R.O. de 7-06-1814), se solicita al alcaide de la fortaleza, perteneciente a la casa de los condes de Chinchón, que se nombre un teniente de alcaide que fuera un oficial soltero del Colegio, con el fin de disponer también de las estancias que aquel ocupaba con su familia.
Por otro lado, la penuria económica era tal, al no recibirse las consignaciones de Hacienda, que en 1816 llegó a adeudar 69.544 reales al apoderado general, 80.891 a los oficiales, 16.213 a los dependientes y 22.413 al mayordomo por el suministro de víveres. En agosto de ese año estuvo a punto de suprimir el estudio por falta de alumbrado y el 15 de octubre, de no haber sido por la remesa de 20.000 reales enviada por el director general del Cuerpo, habría tenido que cerrar.
A pesar de ello, el socorro solamente sirvió para dilatar tan dramática medida hasta el día 25. Afortunadamente, a los pocos meses se normaliza la situación económica y pueden realizarse las obras previstas y otras de restauración y embellecimiento de la capilla, Salas de las Piñas y del Cordón y explanación de la plazuela delantera, que sería cerrada con una artística verja. El Colegio vuelve a reanudar las clases, quedando, incluso, en mejores condiciones que tenía en 1808.
El director general del cuerpo, don Martín García y Loygorri, decidido a restituir el Colegio del Arma a su antiguo estado y esplendor, y encontrando una absoluta falta de ejemplares del Tratado de Artillería, ordena la preparación de otro, ya que los franceses se habían apoderado de los pocos que quedaban de la primera edición, con otros objetos, que la precipitación y falta de medios de transporte hizo abandonar en Segovia.
Como la obra de Morla había conseguido un gran prestigio, tanto en España como en el extranjero, por reunir con el mayor acierto en un único cuerpo de doctrina todos los conocimientos y adelantos de la Artillería de aquel tiempo, el Colegio decide hacer una segunda edición. Habiendo transcurrido 32 años desde la fecha de su publicación, en cuyo tiempo las ciencias físicas y naturales habían experimentado considerables adelantos y el arte de la guerra importantes variaciones, se determina que muchos de los artículos del Tratado debían reformarse, refundiéndose en él los nuevos materiales existentes en el Cuerpo. Sin embargo, el Colegio, considerando que se precisaba mucho tiempo para completar un trabajo de tal envergadura, y ante la necesidad de disponer de la obra para la enseñanza de los cadetes, que seguían un compendio manuscrito, decide comenzar recogiendo y disponiendo los materiales para una reimpresión en el plazo de seis meses. En consecuencia, el trabajo se centra en la corrección y mejora de aquellos artículos que más lo precisan y, en particular, los relativos a pólvoras y a la fundición de bronce, a causa de los recientes descubrimientos de la química. Con esta perspectiva Morla acomete la nueva edición de su Tratado de Artillería, que vería la luz en 1816.
Así mismo, el director general de Artillería, consciente de la importancia de la enseñanza de la Química para los artilleros, ordena el restablecimiento de su Laboratorio y las clases, pero esto tardaría más tiempo en ver la luz. Mediante gestiones directas, en julio de 1817 solicita la incorporación de la espléndida colección mineralógica del famoso naturalista don Casimiro Gómez Ortega al gabinete de Ciencias Naturales del Colegio, siendo adquirida por 22.000 reales. En diciembre de ese año solicita para las clases y laboratorio un profesor “que sea sino el mejor al menos muy bueno y de un mérito conocido”31.El farmacéutico del Colegio, don Antonio de Bartolomé, se hace cargo provisionalmente del Laboratorio y en 1818 le sucede el comisario de guerra y fundidor de Artillería don Vicente Ezpeleta, procedente de la paralizada Real Fábrica de Artillería de Sevilla.
Al fin, las clases en la Casa de la Química se inauguran oficialmente el 15 de mayo de 1821, bajo la dirección del oficial de Artillería don César González, fundidor de artillería en Sevilla y, como los anteriores, ex-alumno de Proust. En esta nueva etapa vuelve a ofrecerse la enseñanza de esta ciencia al público en general, asistiendo a las clases cadetes, oficiales de artillería y civiles interesados, actuando como ayudantes algunos subtenientes.
De esta forma, después de la Guerrea de la Independencia, el Colegio de Artillería recobra el ritmo que le caracterizaba, gracias al esfuerzo de sus profesores y alumnos y al interés del director general del Cuerpo y, a pesar de la precariedad económica sufrida por todas las instituciones, consigue con escasos recursos, pero con mucho ingenio y en poco tiempo, seguir promoviendo oficiales de esmerada formación científico-militar, que serían admirados en toda Europa.
El Colegio artillero vuelve a ganar prestigio, asumiendo en gran parte el desarrollo científico que acarreó la Ilustración, al seguir formando militares ingenieros industriales, cuando esta facultad no existía oficialmente en España. De hecho, el Cuerpo de Ingenieros Industriales se crearía a mediados del siglo XIX de la mano del general de artillería don Francisco de Luxán, a la sazón Ministro de Fomento.
CONCLUSIÓN
1º. El éxodo del Real Colegio de Artillería en la Guerra de la Independencia se produce como consecuencia de la filosofía del Centro, sintetizada en la máxima artillera, acuñada por su fundador, el Conde de Gazola: “La ciencia vence”. En 1808, el Colegio se propuso no cerrar sus aulas, a pesar de los avatares de la contienda, para poder seguir formando oficiales de armas y de ciencia, que puestos al frente de sus tropas en los ejércitos nacionales las llevaran a la victoria.
2º. Don Luís Daoíz y don Pedro Velarde, ex-alumnos del Real Colegio, darían su vida al principio de la contienda, al pie de los cañones, por el honor e independencia de la Patria en la defensa del Parque de Monteleón, con motivo del levantamiento popular del día 2 de mayo de 1808 en Madrid. Al terminar la guerra, un diseño de la máxima: “La ciencia vence”, sería grabada por su profesor de dibujo, don Luís de Góngora, debajo de la alegoría al Arma de Artillería en el primer boceto del monumento que se levantaría en homenaje a los dos heroicos capitanes.
3º. De las aulas del Real Colegio, en su casa solariega del Alcázar de Segovia, también salió el general Morla que, siendo Gobernador Militar de Cádiz, consiguió la primera victoria contra los franceses, derrotando a la escuadra del Almirante Rosilly el 14 de junio de 1808 con el magistral despliegue artillero de la bahía gaditana que diseñó.
4º. Asimismo, en estas aulas se formó el general Maturana, que, con el nuevo tipo de artillería volante desarrollado por él, contribuyó decisivamente a la victoria española en la Batalla de Bailén el 19 de julio de 1808, consiguiendo humillar al arrogante ejército galo.
5º. Antes de comenzar el éxodo del Real Colegio de Artillería, al teniente coronel don Mariano Gil de Bernabé Ibáñez se debe la redacción de una Proclama contra los franceses, consiguiendo levantar en armas a toda la provincia de Segovia y movilizar a más de 60.000 mozos en menos de un mes.
6º. Como consecuencia de este éxodo, el teniente coronel Gil de Bernabé, siendo profesor del Real Colegio en Sevilla, une su proyecto de formar de urgencia oficiales de Infantería y Caballería con el de la Universidad de Toledo, que había creado un Batallón de Voluntarios de Honor con sus escolares. El resultado consolida en una Academia Militar, bajo su dirección, inaugurada el 14 de diciembre de 1809, para proveer de oficiales a los ejércitos españoles, tan necesitados de mandos cualificados.
7º. Como consecuencia del éxodo, el coronel Gil de Bernabé restablece y dirige su Academia Militar en La Isla de León (Cádiz), dando continuidad en ella a las clases del Real Colegio de Artillería, donde llegaría a promover a 69 oficiales del Arma. También organiza un segundo curso de preparación para el ingreso en los Cuerpos de Artillería e Ingenieros.
8º. Como consecuencia del éxodo, de las aulas del Real Colegio en Sevilla, Cádiz, Mahón y
Palma de Mallorca, salieron 145 oficiales, que se incorporaron a los ejércitos de operaciones para contribuir a la liberación de la Patria.
9º. Durante el éxodo, la infatigable voluntad de los artilleros por mantener su Colegio abierto para no interrumpir el aprendizaje de los cadetes, como lo demandaba la situación bélica, fue toda una proeza digna del mayor reconocimiento. A lo largo de esas jornadas tuvieron lugar las etapas más heroicas y dramáticas de la historia del Real Colegio de Artillería vividas por sus profesores, alumnos y dependientes en busca de una población segura, alejándose de los franceses, para continuar la docencia.
10º. Durante el éxodo, la familia del coronel Gil de Bernabé, la única que siguió al Colegio, también pasó muchas jornadas heroicas y dramáticas, pues solo el Altísimo y quienes lo vivieron saben de los innumerables padecimientos que sufrió, con seis hijos, uno enfermo de sarampión mal curado y otro de pecho en el viaje de Segovia a Sevilla y con otro hijo más recién nacido en el de Sevilla a la Isla de León.
11º. Con motivo del éxodo de su Real Colegio, al Cuerpo de Artillería le cabe el honor de que uno de sus miembros, el coronel Gil de Bernabé, fuera el creador de la primera Academia Militar de tipo general y además, con la Universidad de Toledo, fuera el precursor de la Milicia Universitaria y, por tanto, de los Militares de Complemento.
12º. Al Cuerpo de Artillería le cabe el honor de que su Colegio no cerrara las puertas durante la Guerra de la Independencia, a pesar del largo éxodo de jornadas heroicas sufrido, recorriendo la Patria de un extremo a otro para establecerse en una ciudad segura, que le tendría fuera de su Segovia natal durante seis años.
13º. En suma, el Colegio de Artillería, excepcional centro docente de la España Ilustrada antes de la Guerra de la Independencia, también lo fue durante la contienda, ya que, a pesar de la ruptura creada en todas las instituciones, el tesón y la valía de sus profesores permitió dar continuidad a las actividades académicas, manteniendo el alto nivel de estudios que le caracterizaba y promoviendo a un buen número de oficiales útiles para el servicio.
NOTAS
- Coronel de Artillería, Ret. Diplomado en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria.
- Archivo General Militar (A.G.M.), 1ª Sc, leg. J-301. “Instancia del teniente coronel don Mariano Gil de Bernabé a Su Majestad solicitando el empleo de coronel en propiedad”, fechada en Sevilla el 5 de noviembre de 1809.
- G.M., 2ª Sc, 8ª Div, leg. 37. “Comunicado del capitán Velarde al director general de Artillería, don Vicente María de Maturana”, Segovia, 25 de junio de 1808.
- G.M., 2ª Sc, 8 Div, leg. 5. “Parte del encargado del despacho de la Dirección General del Cuerpo, mariscal de campo don José Navarro Sangrán, al secretario del despacho de la Guerra, don Gonzalo O´Farril, comunicando lo informado por Velarde”, de fecha 23 de julio de1808.
- Biblioteca Central Militar (B.C.M.), Sig. ML-R-88-A (1808/7-8) / SH. 1808/7-8. “Demostración de la lealtad española. “Aviso al Público”. “Parte de Reding a Castaños, en Bailén, 22 de julio de 1808”.
- G.M., 1ª Sc, Leg. J301. “Carta del Excmo Sr Palafox al teniente coronel don Mariano Gil de Bernabé”. Cuartel General de Zaragoza, 26 de septiembre de1808.
- G.M., 2ª Sc, 8ª Div, leg. 5. “Real Orden”, dada en Aranjuez el 24 de noviembre de1808.
- G.M., 2ª Sc,8ª Div, leg. 37. “Comunicado del director general de Artillería, don Vicente María de Maturana, al ministro de la Guerra, don Antonio Cornel”, Sevilla, 15 de febrero de1809.
- G.M., 2ª Sc,8ª Div, leg. 37. “Comunicado del director general de Artillería, don Vicente María de Maturana, al ministro de la Guerra, don Antonio Cornel”, Sevilla, 25 de febrero de 1809.
- G.M., 1ª Sc, leg. J301. “Instancia del teniente coronel don Mariano Gil de Bernabé a Su Majestad solicitando el empleo de coronel en propiedad”, Sevilla, 5 de noviembre de 1809.
- G.M., 2ª Sc, 8ª Div, leg. 37. “Comunicado del director general de Artillería, don Vicente María de Maturana,al ministro de la Guerra, don Antonio Cornel” Sevilla, 14 de marzo de 1809.
- G.M., 2ª Sc, 8ª Div, leg. 37. “Acta de la Junta Gubernativa del Colegio de Artillería, presidida por el subinspector interino del Departamento don Juan de Arriada, para su reorganización” (16-03-1809). “Comunicación del director general del Cuerpo, don Vicente María de Maturana, al ministro de la Guerra, don Antonio Cornel” (16-03-1809).
- Reales Decretos de 5-09-1809 y 4-11-1809.
- G.M., 2ª Sc, 8ª Div, leg. 37. “Acta de la Junta Gubernativa del Colegio de Artillería, presidida por su Director, brigadier don Juan de Arriada”, Sevilla 5 de mayo de 1809.
- G.M., 2ª Sc, 8ª Div, leg. 37. “Presupuesto de las obras necesarias en el Convento de San Antonio de Padua para trasladar el Colegio de Artillería, por el Arquitecto D. Tomás Escarena”, Sevilla, 6 de junio de 1809.
- Archivo Histórico Nacional (A.H.N.), Sc. Inst. Monarquía, JCSGR., leg. 36, Nº 179. “Instancia del director del Colegio de Artillería D. Francisco Dátoli a la Junta Central solicitando la evacuación del Colegio para destinar San Laureano para Fábrica de Fusiles bajo su dirección”. Sevilla 27 de Junio de 1809.
17A.H.N., Sc. Inst. Monarquía, JCSGR., leg. 35E, Nº 218 a 222. “Comunicaciones sobre alojamientos alternativos al Convento de San Antonio en una casa de la Duquesa de Medinasidonia y en la Real Sociedad de Medicina, para el Real Colegio de Artillería”. Sevilla, 29 de julio de 1809.
- G.M.,Sc 2ª, Div 8ª, Leg. 37. “Real Orden de 7 de octubre de 1809”.
- DE SOTTO, Serafín María: Memoria Histórica de las Academias y Escuelas Militares de España. Págs. 178 y 179. 20 DE SOTTO, Serafín María,cit., pág. 179.
- G.M., Sc. 1ª, Div. 8ª, leg. J-301, fols. 239 y 240. “Instancia de D. Mariano Gil de Bernabé a Su Majestad, reiterando sus peticiones de crear Academias para la formación de Oficiales y solicitando se le autorice a comenzar en su propia casa, en sus ratos libres”. Sevilla, 8 de octubre de 1809.
- DE SOTTO, Serafín María, cit., pág. 191.
- G.M., Sc. 1ª, leg. J. 301. “Instancia de Doña Petra Ramos a S. M. solicitando una pensión de orfandad para sus hijos”. Cádiz, 21 de septiembre de 1810.
- G.M., Sc. 1ª, leg. J. 301. “Certificado de don Josef Ramón Mackenna, sargento mayor de la Academia Militar sobre el nombramiento de coronel director de dicha Academia, don Mariano Gil de Bernabé”. Población de San Carlos, 5 de enero de 1812.
- G.M., 2ª Sc, 8ª Div, leg. 5. “Comunicado del director general del Cuerpo al ministro de la Guerra”, Cádiz, 24 de octubre de 1811.
- G.M., Sc 2ª, Div 8ª, Leg 37. Escrito del teniente coronel Joseph Bergara, director accidental del Real Colegio de Artillería al gobernador de Menorca, mariscal de campo don Pedro Grimarest. Menorca, 24 de octubre de 1811.
- G.M., 1ª Sc, leg. J301. Comunicado del director general del Cuerpo, don Marín García y Loygorri al Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra comunicándole el fallecimiento del coronel don Mariano Gil de Bernabé. Isla de León, 28 de agosto de 1812.
- Cortes Constituyentes, “Decreto nº LXXXIII” de 17 de octubre de 1811.
- G.M., 2ª Sc, 8ª Div, leg. 5: “Comunicación de Loigorry al ministro de la Guerra”, 26 de octubre de 1814.
- CARRASCO Y SAYZ, Adolfo. Manuscrito: “Breve noticia histórica del Colegio de Artillería y estado de la Academia de dicha Arma en España a principios del año 1873”, apéndices 31G.M., 2ª Sc, 8ª Div, leg. 5. Solicitud del director general de Artillería al Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra. Madrid, de fecha 20-07-1817 (Colección minerales); de fecha 10-12-1817 (Profesor).
BIBLIOGRAFÍA
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- CARRASCO Y SAYZ, Adolfo: Catálogo de los recuerdos históricos existentes en el Museo de Artillería en Memorial de Artillería, 1890.
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